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crisis energética en la unión europea

La energía eléctrica en Europa está más cara que nunca. En este verano que acaba de terminar la factura de la luz se ha puesto por las nubes. Muchos esperan el invierno con auténtico pavor, especialmente si viene con mucho frío. En España, Italia, Alemania, Francia y Portugal el precio de la luz ha alcanzado récords históricos en el precio del kilovatio y todo indica que irá a más en los próximos meses conforme empiece a escasear la luz solar y se enciendan las calefacciones.

Todo ello está coincidiendo con un clima adverso para la generación de energía, lo que ha reducido la producción de las turbinas eólicas, mientras que las plantas nucleares de Europa, muy envejecidas, se están eliminando gradualmente (políticas de transición energética) y son más propensas a interrupciones, lo que hace que el gas sea aún más necesario.

Hay dos motivos inmediatos que explican este repentino alza en los precios de la luz. El primero son los derechos de emisión de carbono, el segundo la subida del gas natural en el mercado internacional. Muchos cargan la culpa sobre la política climática de la Unión Europea y creen que este aumento es una consecuencia directa del llamado Pacto Verde cuyo objetivo declarado es alcanzar la neutralidad de carbono para el año 2050. Esto ha ocasionado que se vayan cerrando centrales térmicas de carbón y gasóleo y sustituyendo por centrales de ciclo combinado de gas que hacen una combustión más limpia.

La voluntad de Bruselas y todos los Gobiernos comunitarios es ir avanzando en la descarbonización total mediante la implantación masiva de energías renovables como la eólica o la fotovoltaica. En ambos casos Europa es líder mundial, pero estas fuentes de energía son intermitentes y necesitan un respaldo fósil. La apuesta por el gas y el encarecimiento artificial de otras fuentes mediante los derechos de emisión, que son, en esencia, un impuesto a los combustibles fósiles ha condenado al sistema a generar de forma artificialmente cara. El problema podría paliarse con más generación nuclear, que está libre de emisiones de CO2, pero casi nadie en Europa quiere hablar de ella por sus residuos. Nos encontramos, por lo tanto, ante una crisis energética inducida por las autoridades, una carestía provocada por los gobernantes que están priorizando los objetivos ecológicos sobre los económicos.

Las soluciones son pocas y ninguna es fácil, porque desmantelar todo el proyecto de transición energética no resultaría nada fácil.

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